El senor de los anillos en pdf




















Es esta amistad —amor por el destino de los otros- la que les permite mantenerse unidos y enfrentar los retos y pruebas que hacen humanamente. De esta manera Pippin y 1 J. Pero nadie puede hacerlo solo. Porque la gente le sigue y le apoya porque le quiere libremente y reconoce como legitimo rey. El Consejo de Elrond es el momento en el que la Comunidad del Anillo se termina de constituir.

Tendemos a guardar estos regalos porque nos recuerdan a la persona que nos lo dieron. Todo lo contrario de la amistad. A su portador le ayuda a escapar del contacto humano o relaciones personales. Un hombre que usaba el anillo de la invisibilidad para escapar de todo aquello que quisiera.

Con la ayuda de su anillo Giges seduce a la mujer del rey, lo asesina y usurpa el reino. He regresado. Siempre has sido portador de malos augurios. Las tribulaciones te siguen como cuervos y casi siempre las peores. Pero las noticias que llegan de lejos rara vez son ciertas.

Y contigo llegan males peores que los de antes, como era de esperar. Poco podemos confiar en Eomer. Pero hay dos formas en las que un hombre puede traer malas nuevas. Te has convertido en una serpiente sin inteligencia. No me he salvado de los horrores del fuego y de la muerte para cambiar palabras torcidas con un sirviente hasta que el rayo nos fulmine. Oyeron en la oscuridad la voz sibilante de Lengua de Serpiente.

Os invito pues a salir a vuestras puertas y a mirar a lo lejos. El viento soplaba sobre la colina. El tiempo del miedo ha pasado. Graves y pensativos, los ojos de Eowyn se posaron en el rey con serena piedad.

Pero primero traed a Eomer. Ya que como ujier no se ha mostrado digno de mi confianza, que sea mensajero. Siempre ha estado a vuestro servicio. Ninguno de los dos hizo un solo movimiento. Desgracias horrendas nos acechan, hay sombras en el Este. Los guardias, creyendo que se los convocaba, subieron en tropel las escaleras. Que confiarais en Eomer antes que en un hombre de mente tortuosa. Que dejarais de lado temores y remordimientos.

Ante todo hemos de destruir la amenaza de Saruman, mientras estemos a tiempo. Si fracasamos, caeremos todos. Pero Isengard es poderoso. Me preocupo por vos y por los vuestros tanto como puedo. Que convoquen a todos. Tus sanguijuelas pronto me hubieran obligado a caminar en cuatro patas como las bestias.

Tened piedad de alguien que ha envejecido a vuestro servicio. Y no te alejo de mi lado. Veo, sin embargo, que he llegado demasiado tarde. Nombrad un senescal de confianza. Es temerario y artero. Ya me ha hecho perder horas de mi precioso tiempo.

Hace tiempo que la vigilas y la acechas de soslayo. Dio un paso adelante, pero Gandalf lo detuvo. Has ganado al menos una recompensa. Sin embargo, Saruman a veces no cumple lo que ha prometido. Yo no miento. Pero no siempre fue como ahora. Dadle un caballo y permitidle partir inmediatamente, a donde quiera ir. Venid y reparad fuerzas mientras la prisa nos lo permita. Entraron nuevamente en el castillo. Puedes escoger cualquiera de mis posesiones. Y ya hay un lazo de amistad entre nosotros.

Sin embargo, es un regalo muy valioso. Los hombres trajeron entonces paramentos de guerra de los arcones del rey, y vistieron a Aragorn y Legolas con cotas de malla resplandecientes. Gimli hizo una reverencia. Prefiero mis piernas. Recibid esta copa y bebed en esta hora feliz. No tengo hijos. A ti Eomer, hijo de mi hermana, te nombro mi heredero.

Pero he de dejar al cuidado de alguien este pueblo que ahora abandono, para que los gobierne en mi reemplazo. Todos la aman. No es en el oeste sino en el este donde nos espera nuestro destino.

Los otros lo siguieron. Con el hacha al hombro, Gimli caminaba junto a Legolas. El hacha se impacienta en mis manos. Un hacha no es arma de caballero. Algunos hombres sujetaban al caballo del rey, Crinblanca, ya listo para la partida, y otros cuidaban las cabalgaduras de Aragorn y Legolas. No llevaba yelmo ni cota de malla. Los cabellos de nieve le flotaban al viento y las blancas vestiduras resplandecieron al sol con un brillo enceguecedor.

Sonaron las trompetas. Los caballos piafaron y relincharon. Las lanzas restallaron contra los escudos. Al fin se detuvieron a acampar. Al amanecer sonaron los cuernos y antes de una hora ya estaban otra vez en camino. Veo una oscuridad. Se detuvieron a esperarlo.

Nos dominaron. Erkenbrand del Folde Oeste se ha replegado con todos los hombres que pudo reunir en la fortaleza del Abismo de Helm. Decidle que no queda ninguna esperanza. Las colinas se acercaban, pero ya los altos picos del Thrihyrne se desdibujaban en la oscuridad creciente del cielo.

Abajo se deslizaba la Corriente del Bajo. Las flechas rasgaban, silbando, la oscuridad. Como quiera que sea, ahora echo de menos a mis dos consejeros, el antiguo y el nuevo. Hay cavernas en el Abismo de Helm donde pueden ocultarse centenares de hombres; y caminos secretos que suben por las colinas.

Sin embargo, en ese paraje nuestra defensa puede resistir mucho tiempo. Aragorn y Legolas iban ahora con Eomer en la vanguardia. Encontraron pocos enemigos. Ahora escuchaban, como transportados en alas de la noche, unos cantos roncos. De tanto en tanto la luz estallaba, resplandeciente. Ya no estarnos lejos de la Empalizada de Helm, una antigua trinchera con una muralla que protege la hondonada, a un cuarto de milla por debajo de la Puerta de Helm. Tiene por lo menos una milla de largo y el foso es demasiado ancho.

El que habla es Eomer hijo de Eomund. El enemigo os pisa los talones. Pero no ha venido. Era un hombre poderoso. El enemigo quema o saquea todo cuanto queda en el valle. El rey y sus caballeros prosiguieron la marcha. En una larga fila, subieron los caballos por la rampa y franquearon las puertas de Cuernavilla.

Gimli estaba apoyado contra el parapeto del muro. Los necesitaremos. En realidad, es hora de dormir. Nunca un enano tuvo tantas ganas de dormir. Cabalgar es faena pesada. Teas encendidas asomaron por el borde y se amontonaron en el foso en una masa compacta. En seguida se dispersaron y desaparecieron. Hemos agotado nuestras flechas y dejamos en la empalizada un tendal de orcos. El cielo era un espeso manto de negrura y la quietud del aire pesado anunciaba una tormenta. Las ramas luminosas cayeron sobre las colinas del este.

Algunas encontraban un blanco. Las huestes atacantes se detuvieron, desconcertadas por la amenaza silenciosa de la piedra y el muro. Resonaron las trompetas de bronce. Vacilaron un instante y luego reanudaron el ataque. Llegaron a la cima de la roca; avanzaron hacia los portales. Llevaban los escudos en alto como formando un techo y empujaban en el centro dos troncos enormes. Tras ellos se amontonaban los arqueros orcos, lanzando una lluvia de dardos contra los arqueros apostados en los muros.

Llegaron por fin a las puertas. Una y otra vez los grandes arietes golpearon la puerta. Eomer y Aragorn estaban juntos, de pie sobre el Muro del Bajo.

Eomer y Aragorn franquearon la puerta de un salto, seguidos por sus hombres. Atacando de costado, se precipitaron sobre los salvajes. Los arqueros orcos dispararon sin tino todas sus flechas y luego huyeron. Eomer y Aragorn se detuvieron un momento frente a las puertas. Un viento inclemente soplaba otra vez desde el norte. Ya las flechas zumbaban y rebotaban en las piedras de alrededor. Tenemos que volver y amontonar piedras y vigas y bloquear las puertas por dentro.

Dieron media vuelt a y echaron a correr. Dos se arrojaron al suelo y tomando a Eomer por los talones lo hicieron trastabillar y caer, y se le echaron encima. Dos orcos cayeron, decapitados.

Cerraron la poterna y amontonando piedras barricaron los portales de hierro. Pero estoy contento. De todos modos, estimo en mi haber por lo menos veinte. Los hombres de Rohan empezaban a sentirse fatigados. En ese momento cayeron sobre ellos. Gamelin el viejo observaba desde lo alto de Cuernavilla y escuchaba por encima del tumulto la poderosa voz del enano.

Arrinconados en los angostos desfiladeros de la garganta, todos fueron muertos o cayeron aullando al precipicio frente a los guardias de las cavernas ocultas. Se dice que los enanos son diestros con las piedras. Pero ahora mi cuenta asciende a dos docenas. Eomer y Aragorn se apoyaban extenuados en las espadas. Yo la conozco. Es una antigua lengua de los hombres y en otros tiempos se hablaba en muchos de los valles occidentales de la Marca.

Este antiguo odio ha inflamado a Saruman. Y son feroces cuando se excitan. Hubo un estallido atronador, una brusca llamarada y humo. Las aguas de la Corriente del Bajo se desbordaron siseando en burbujas de espuma. Algunos volvieron directamente a la ciudadela. Sin perder un instante, los enemigos se precipitaron a la escalera. Estas son malas noticias -dijo Legolas. Esperemos que vuelva sano y salvo a las cavernas. Un refugio de esa naturaleza es el ideal de un enano.

Pero muchos de vuestros hombres se replegaron en el Abismo; y algunos dicen que Eomer estaba entre ellos. Nadie puede entrar por la fuerza contra hombres decididos. Pero ahora hemos de concentrar todos nuestros pensamientos en la defensa.

Una y otra vez los orcos llegaban a lo alto del muro exterior y otra vez eran derribados por los defensores. Los orcos vociferaban y se burlaban. Somos los guerreros Uruk-hai. Si no viene, iremo s a sacarlo de su guarida. Venimos a matar, a la luz del sol o de la luna. Alejaos antes de que se vuelva contra vosotros.

Esto no es un parlamento. No tienes nada que decir. Nunca un enemigo ha tomado Cuernavilla. Hubo un rugido y una intensa llamarada. Todos los que oyeron el ruido se estremecieron. Y desde el fondo del Abismo retumbaron los ecos, como si en cada acantilado y en cada colina un poderoso heraldo soplara una trompeta vibrante. Montaba un caballo blanco como la nieve; de oro era el escudo y larga la lanza.

La luz se hizo en el cielo. Avanzaban galopando sin trabas, el rey y sus caballeros. Bajo la fronda todo era oscuridad. Reptaban y se aferraban a las paredes del valle tratando en vano de escapar. Al este la ladera era demasiado escarpada y pedregosa; a la izquierda, desde el oeste. Tras el jinete un millar de hombres a pie, espada en mano, bajaba de prisa las largas pendientes. Un hombre recio y de elevada estatura marchaba entre ellos. Llevaba un escudo rojo.

Quisiera ver este bosque, antes que cambie el sortilegio. Las huestes de Isengard aullaron, yendo de un lado a otro, pasando de un miedo a otro.

Los orcos se tambaleaban y gritaban y arrojaban al suelo las espadas y las lanzas. Ahora que te veo sano y salvo, me alegro de veras.

No, yo veo el bosque como lo veis vosotros. No Saruman, eso es evidente. Ahora mi camino me lleva al este. He cabalgado mucho y he dormido poco. Viajaremos en la oscuridad de la noche. Vamos a parlamentar, no a combatir.

Los hombres de la Marca los despojaron de las armas y los pusieron a trabajar. Legolas y Gimli iban montados en el mismo caballo; y no se alejaban de Gandalf, pues el bosque atemorizaba a Gimli. Yo ya he adivinado lo que piensan: odian a todo cuanto camina sobre dos pies; y hablan de triturar y estrangular.

En eso creo que te equivocas. Es a los orcos a quienes aborrecen. Los valles donde crecen son sitios remotos. Pero hablas como un tonto. Lloro ahora al tener que dejarlas. Casi lamento no haber visto esas cavernas. Ya llegamos a la orilla del bosque. Pero no ma rcharemos toda la noche. Nunca vi ojos semejantes. Los brazos y las piernas eran largos, y las manos de muchos dedos. Miraban con ojos graves, pero no a los jinetes: estaban vueltos hacia el norte.

Los jinetes prorrumpieron en gritos de asombro y algunos echaron mano a las espadas. Son simples pastores. No son enemigos y en realidad no les importamos. Ahora estaba quieta y en silencio. En los lechos, casi secos, asomaban los cantos rodados y la arena gris. Al llegar al islote vieron los ojos relucientes de las bestias, que espiaban desde las orillas, entre las sombras.

Pero de las profundas sombras del valle brotaba una larga espiral de humo y de vapor; y al elevarse, tocaba los rayos de la luna y se dispersaba en ondas negras y plateadas por el cielo estrellado. Ahora descansemos un poco, si es posible. Algunos consiguieron dormir.

Pero en medio de la noche los centinelas llamaron a gritos y todos se despertaron. Al alba se dispusieron a reanudar la marcha. Avanzaban lentamente, cabalgando ahora por la carretera. Era ancha y firme, y estaba bien cuidada. Humos y vapores flotaban en los terrenos bajos del valle. Los jinetes no hablaban. Los dedos apuntaban al norte. Pues la tierra temblaba. Por la noche, penachos de vapor escapaban por los orificios, iluminados desde abajo con una luz roja, o azul, o verde venenoso.

Las columnas asomaban resquebrajadas y torcidas por encima del agua, y los caminos estaban anegados. Lejana al parecer, velada por un torbellino de nube, se alzaba la isla rocosa. Estaban rodeadas de botellas y tazones y escudillas, como si acabaran de disfrutar de una buena comida, y ahora descansaran.

Se puso de pie de un salto. Somos los guardianes de la puerta. Ha estado muy ocupado. He hecho cuanto he podido. Los jinetes se rieron. Se fue a beber un sorbo Y a lo lejos un humhuum, el sonido triunfante de los cuernos. No todos esos pilares y columnas que hay en la llanura han sido puestos por Saruman.

Tendremos que dar algunas vueltas, pero no queda lejos. Los hobbits se inclinaron profundamente. Muy amable. Pero Aragorn, Gimli y Legolas se quedaron en las puertas. Soltando a Arod y Hasufel para que tascaran alrededor, fueron a sentarse junto a los hobbits. Nosotros fuimos los cazadores y a vosotros os corresponde narrar lo que os ha ocurrido en primer lugar. Nosotros mismos estamos hartos de orcos para toda la vida. Saruman, a pesar de todo, tuvo la prudencia de no fiarse de los orcos.

Como quiera que sea, ellos fueron los favorecidos y obtuvieron buenas provisiones. Pero la luz entraba ahora por el techo roto. Nos reanimaba en las horas de niebla. Un fuego es siempre agradable. Y esto es cerdo salado de primera calidad. No puedo serviros un segundo plato excepto mantequilla y miel para el pan.

La deuda se ha reducido considerablemente. A decir verdad, se os ve rebosantes de salud. Y de cuando en cuando, para variar, no viene mal un bocadito de lembas. Los ents son Pero los ojos, los ojos son muy raros. Estamos empezando el cuento por la mitad.

Y entonces, durante un rato, podremos imaginar que estamos de vuelta en Bree, todos sanos y salvos, o en Rivendel. Cuando los abrimos, estaban repletos de esto: el mejor tabaco de pipa que se pueda desear y perfectamente conservado.

Para uso personal de Saruman, sospecho. Pero ahora nos viene de perlas. Parece que Saruman se reservaba este placer. Tendremos que compartir nuestras pipas, como buenos amigos en momentos de necesidad. Te lo he cuidado bien, pues es un objeto muy precioso. Quien no es capaz de desprenderse de un tesoro en un momento de necesidad es como un esclavo encadenado.

Hiciste bien. A la orilla del bosque. Fue algo asombroso. Ahora he cambiado de parecer. Pero se mueven. La noche era nublada y muy oscura. No vimos rastros de enemigos ni de la presencia de centinelas. Pero aun estando excitados, los ents pueden ser muy cautos y pacientes. Resonaron las trompetas y los ecos retumbaron en los muros de Isengard. Pero nada de eso. Toda la gente de Saruman se marchaba. Yo vi partir al enemigo: filas interminables de orcos en marcha; y tropas de orcos montados sobre grandes lobos.

Muchos llevaban antorchas y pude verles las caras a la luz. En el Abismo de Helm tuvimos que batirnos con muchos de estos semi-orcos. Tardaron una hora en franquear las puertas. Algunos bajaron por la carretera hacia los Vados y otros se desviaron hacia el este. Dijo: «Tengo que ajustar cuentas con Isengard esta noche, a piedra y roca.

Iban a ajustar cuentas con los orcos, creo. No hubo respuesta, excepto flechas y piedras desde las murallas. Los hieren, por supuesto, y los enfurecen: como picaduras de mosquitos.

Hace falta un pesado golpe de hacha para herirlos gravemente. No les gustan las hachas. Un hombre que ataca a un ent con un hacha nunca tiene la oportunidad de asestarle un segundo golpe. Un ent encolerizado es aterrador. Muy distinto del viejo Gandalf. Me pregunto si su fama no procede ante todo de la astucia con que supo instalarse en Isengard. Gandalf, Elrond y Galadriel, tal vez, ahora que la maldad de Saruman ha sido puesta al desnudo, pero no muchos otros.

No creo que hayan escapado muchos orcos, de una u otra especie. Pero fue cosa de un momento. De pronto, empezaron a brotar llamaradas y humaredas nauseabundas: los respiraderos y los pozos vomitaron y eructaron por toda la llanura. Varios de los ents sufrieron quemaduras y se cubrieron de ampollas.

Era asombroso. Muchos de los ents se abalanzaban contra la roca de Orthanc; y Orthanc los rechazaba: es lisa y muy dura. De pronto hubo un silencio de muerte. Los otros partieron hacia el norte. La mayor parte del tiempo nos dejaron solos. Buena parte del tiempo la pasamos buscando algo para comer. No nos atrevimos a entrar. Pero desde el interior llegaban los ecos de un trabajo fatigoso y duro.

Los ents y los ucornos, decididos a destruirlo todo, estaban cavando fosos y trincheras, construyendo represas y estanques, para juntar las aguas del Isen y de los manantiales y arroyos que encontraban. Necesito un buen sorbo del Entaguas. Pero ya falta poco.

Se puso a arrancar un pedazo de muro, despreocupadamente, como para entretenerse. Se oyeron los cascos de un caballo que se acercaba veloz por el camino. Lo necesito. Yo era el sorprendido, pues ninguno de los dos mostraba sorpresa alguna. Puedo dominar bosques y aguas, troncos y piedras. Tengo que enfrentarme con unos diez mil orcos. Estuvieron ausentes unos pocos minutos, un cuarto de hora tal vez. Hasta nos dijo, en ese momento, que se alegraba de volvernos a ver. Por momentos el valle entero retumbaba.

Unas nubes blancuzcas de vapor se elevaban siseando. Temimos que Saruman nos estuviese preparando otro sortilegio. Ni siquiera un ent con quien conversar en medio de toda esta ruina; y ninguna noticia.

Saruman sigue encerrado en su torre. Hubo un ruido en la noche como un viento que subiera por el valle. Durante un momento todos callaron. Los ucornos han regresado. Y el viaje ha sido peligroso y estoy hambriento y cansado.

Tuve que desviarme hacia el norte, lejos de mi ruta, perseguido por los lobos". Antes que lo perdiese de vista, el agua le llegaba casi al cuello. Ahora necesito ir a lavarme para quitarme todo este fango. Conservamos cosas tan buenas como las otras, os lo aseguro. Mejores, pues no les mandamos bebidas. Los ents se fueron y nos sentimos cansados y hambrientos. La tarde avanza. Recorrieron lo que antes fuera el camino que iba de las puertas a la Roca de Orthanc, avanzando lentamente, pues las losas estaban rajadas y cubiertas de lodo.

Los jinetes, al verlos acercarse, se detuvieron a esperarlos a la sombra de la roca. Ahora hemos de ponernos otra vez en camino. Pero nuestras discusiones comenzaron y acabaron en humo. Pues bien, yo no he cambiado. Me queda algo pendiente antes de partir: una visita de despedida a Saruman. Este no es el momento.

Quiero verlo y saber si es cierto que se parece a ti. En fin, ya veremos. Pero nadie puede saber lo que es capaz de hacer, o de intentar. Una bestia salvaje acorralada siempre es peligrosa. Llegaron a los pies de Orthanc. Al pie de la escalera Gandalf y el rey se apearon de las cabalgaduras. Ya he estado otras veces en Orthanc y conozco los peligros que corro. Quiero hablar con el enemigo que tanto mal me ha hecho.

Que los otros nos esperen al pie de la escalinata. Nadie nos necesita. Durante un rato no hubo ninguna respuesta. A dos de vosotros os conozco, por lo menos de nombre. Hubo un silencio tenso y prolongado. Libro negro. Buscar dentro del documento. Tomos 1, 2 y 3. Jaime Alfredo Hernandez. Rodrigo Saire. Anibal Aranguiz. Marta Roig. Emmanuel Mendez Alvarez. Hio Darkenheart.

Jonathan Segura. Francisco J.



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